23.11.06

Filántropos a la carrera


Fundación Entorno, 22 de noviembre de 2006

Madrid, 22 nov. (Expansión).- Ted Turner, millonario políticamente incorrecto como pocos, aseguró en 1996 que la lista de las 400 personas más ricas del mundo que periódicamente elabora Forbes estaba corrompiendo a las grandes fortunas.

Según el magnate de la comunicación, los multimillonarios estadounidenses no donaban el dinero adecuado para no bajar puestos en el ránking. Turner soñaba entonces con que compitieran por lo contrario: liderar la lista de los que más dan.

Diez años más tarde, el sueño de Turner, que dio ejemplo donando mil millones de dólares a Naciones Unidas en 1997, se ha cumplido. En los últimos meses, la filantropía está viviendo su época dorada, con una cascada de donaciones protagonizadas por personajes cuyo rostro benéfico empieza a adquirir mayor peso que el empresarial. Bill Gates, Warren Buffet o Klaus Jacobs son buenos y recientes ejemplos de ello.

Sin embargo, esta escalada filantrópica viene acompañada por una concepción corregida de la obra benéfica. Ya no se habla de caridad, sino de inversión social; la acción social no se financia con fundaciones, sino con fondos de capital riesgo; el concepto ‘beneficio’ no se desprecia, sino que se potencia... La frontera separadora entre filantropía y negocio está cada vez más borrosa.

La nueva generación de filántropos ha triunfado en el capitalismo extremo y en él creen que está la clave para conseguir los máximos resultados para la obra social. Los llamados filantroempresarios han visto cómo el modelo tradicional de la fundación, que tiene como paradigmas las fortunas de gigantes industriales como Carnegie o Rockefeller, no es eficiente.

Personajes como los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin; Pierre Omidyar, fundador de eBay; Steve Case, cofundador de AOL; o el excéntrico Richard Branson han triunfado al poner los avances en tecnología y en la sociedad de la información al alcance de cualquiera, y creen que pueden trasladar su modelo a causas benéficas.

Microcréditos

Pierre Omidyar, con sólo 39 años, se ha convertido en un referente de esta nueva filantropía. En 2004 cerró la fundación que había creado cinco años antes para crear un fondo de capital riesgo con 200 millones de dólares dedicado a invertir en actividades benéficas, junto a otro fondo destinado a negocios lucrativos.

Tanto uno como otro están centrados en el desarrollo de microcréditos. En declaraciones a The New York Times, Odmiyar apunta que el Grameen Bank, la entidad de microcréditos creada por el reciente Nobel de la Paz Muhammad Yunus 'es un negocio, no se puede definir de otra forma. Sus ingresos son superiores a los gastos, y es tremendamente efectivo en la lucha contra la pobreza. Está comprobado que se pueden lograr ambos objetivos'.

Richard Branson también se ha apuntado a esta filantropía híbrida. Branson anunció el pasado septiembre que invertiría 3.000 millones de dólares en el desarrollo de energías renovables. Además de los lógicos beneficios medioambientales, el proyecto se acompaña de ventajas para países en desarrollo. Por ejemplo, Branson planea limpiar campos de minas en Mozambique y establecer plantaciones de azúcar para producir etanol, que darán trabajo a miles de personas en un país devastado por la guerra.

Un camino similar han adoptado Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google, que crearon una compañía filantrópica con mil millones de dólares, pero sin olvidar las ventajas del ánimo de lucro. Uno de sus proyectos pretende reducir la dependencia del petróleo y aliviar los efectos del calentamiento global.

Google planea desarrollar un coche híbrido ultra eficiente en combustible que funcione con etanol, electricidad y gasolina y que sea capaz de recorrer 160 kilómetros con sólo tres litros de gasolina.

Invertir en desarrollo sostenible ha sido también una de las prioridades de Jeffrey Skoll, ex presidente de eBay. Con su fondo de inversión personal Capricorn ha impulsado proyectos como los urinarios de Falcon Waterfree Technologies, que apenas utilizan agua y que ahorran unos 120.000 litros por unidad y año, y que han tenido mucha aceptación en zonas con escasez de recursos hídricos.

Todo el dinero que se gana en esta y otras empresas, además de generar beneficios medioambientales y sanitarios, se reinvierte en la Fundación Skoll.