29.3.06

La demanda de los países desarrollados a China impulsa la deforestación global

(La Vanguardia 29/03/06)
El grueso de la madera tropical que llega a China desde Indonesia y Papúa Nueva Guinea ha sido talada ilegalmente

Los bosques tropicales húmedos de Asia sudoriental, de enorme valor medioambiental, están siendo arrasados ilegalmente, en Indonesia, Malasia y Papua Nueva Guinea, por una cadena cuyo extremo está en las sociedades de despilfarro de los países más desarrollados en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. China, cuya economía sirve a esa demanda, se ha convertido en el principal receptor de la madera tropical ilegal.


Centenares de pequeñas empresas chinas de las provincias de Shandong y Jiangsu, reciben diariamente miles de metros cúbicos de madera tropical de Indonesia y Papua Nueva Guinea. La madera llega a China por el puerto de Zhangjiagang. Cada tronco lleva una etiqueta, por la que puede conocerse su procedencia, y un número de teléfono móvil del mayorista chino. Gran parte de ella ha sido talada ilegalmente, contribuyendo al retroceso del bosque tropical húmedo de Indonesia, que, al ritmo actual, habrá desaparecido en cuatro años, según un informe del Banco Mundial. En los últimos 15 años, Indonesia y Papua Nueva Guinea han venido perdiendo una media de 2 millones de hectáreas de bosque cada año.

En China se encuentra el eslabón intermedio de una cadena, cuyos extremos son la rampante tala ilegal de bosque primario en Asia Sudoriental, y el creciente despilfarro de madera del consumidor de los países desarrollados. El mucho más modesto consumo de China -17 veces inferior al americano, en una estimación por habitante-, se convierte en enorme al ser multiplicado por su gran población. Unido a la condición de fábrica barata de los desarrollados, ese consumo coloca a China en el centro del escenario: de cada diez árboles tropicales cortados, cinco se comercializan en China.

En diez años, China ha multiplicado por 4,5 su importación de madera, y por 3,5 su exportación. En ese periodo, la demanda de Estados Unidos de productos chinos de madera ha aumentado ocho veces en valor, la de los países de la Unión Europea en cinco veces. Gran parte de la madera que llega a Zhangjiagang, sale de China hacia Estados Unidos y la Unión Europea, tras su procesamiento, desde otro puerto de la provincia de Jiangsu, llamado Lianyunggang.

Los bosques tropicales húmedos de Asia sudoriental, de enorme valor medioambiental, están siendo arrasados por la tala ilegal, en Indonesia, Malasia y Papua Nueva Guinea.

“La demanda de los países desarrollados a China está ocasionando la crisis global del bosque”, dice Sze Pang Cheung, vicedirector de la campaña antideforestación de “Greenpeace China”.

“En regiones como América del Norte y Europa hay un masivo despilfarro de productos de madera”, dice Tamara Stark, consejera internacional de la organización en China. “Para que el bosque tropical sobreviva, el consumo en esos países debe reducirse drásticamente”.

En Indonesia, entre el 70 y el 80% de la tala es ilegal y escapa a todo control de las autoridades. Un funcionario del departamento forestal de ese país describe la tala ilegal como, “una empresa criminal bien organizada que es tan extensa y está tan bien establecida, que es suficientemente fuerte para resistirse a la ley”. La situación no es muy diferente en Papua Nueva Guinea, donde el 90% de la tala se efectúa contraviniendo la ley local, con “compañías y policías a su servicio que intimidan a los indígenas”, dice Sze Pang Cheung.

En Malasia hay un misterio con los números. Según la aduana china, en 2004 se recibieron de ese país 2,7 millones de metros cúbicos de madera en bruto, mientras que Malasia solo ha registrado 1,2 millones de metros cúbicos exportados a China. La sospecha es que el 58% de la exportación malaya es, en realidad madera ilegal procedente de Indonesia. “En China eso es un secreto a voces”, dice Sze Pang Cheung.

El gobierno chino conoce esta realidad. “Greenpeace” ha entregado copias del estudio que contiene todos estos datos a la Administración Forestal de China, a los ministerios de Exteriores y Comercio, y al Departamento de Aduanas, pero uno de los problemas es que, “ningún ministerio o departamento se ocupa directamente del asunto, todos creen que es responsabilidad del otro”, explican los portavoces de la organización.

Desde que las inundaciones de 1998 evidenciaran las desastrosas consecuencias de la deforestación, con 240 millones de ciudadanos perdiendo cosechas, viviendas o negocios, China tiene una política de protección de sus bosques bastante satisfactoria. El país practica una política de repoblación forestal muy estricta. El año pasado se plantaron 3,7 millones de hectáreas de árboles y se prohibió el acceso a más de 2, 5 millones en áreas montañosas para facilitar la forestación natural. Hace cinco años, los bosques cubrían el 16% del territorio nacional, hoy es más del 18% y para el 2020 se espera llegar al 20%. En algunas provincias como Yunnan, que fueron escenario de serios desmanes medioambientales, el cumplimiento de la política repobladora es una verdadera espada de Damocles para las carreras de los funcionarios. Pero, “la prohibición de talar en China no debería ser motivo para esquilmar bosques fuera del país”, estima Claude Martin, director general de la World Wild Foundation.