2.6.06

CUANDO LA EDUCACIÓN VA AL MERCADO

Universidad Nacional del Comahue, un caso testigo.
http://argentina.indymedia.org/news/2006/05/412166.php

La Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) está enclavada en el corazón de la Cuenca Neuquina, una de las principales productoras de gas y petróleo del país. Debido a la importancia de la explotación hidrocarburífera en la economía de la región la formación de profesionales está orientada al desarrollo de esa actividad. La privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), en los ’90, y el progresivo desfinanciamiento de la educación pública creó un escenario donde la relación entre los actores está medida por una fuerte asimetría. Sobre ese vínculo y sus consecuencias habla Guillermo Martín, presidente de la Federación Universitaria del Comahue (FUC).


- ¿Qué influencia ejercen las empresas petroleras sobre la Universidad del Comahue?

GM: La influencia en la universidad parte de lo general a lo específico. La universidad, en general, tiene más que ver con las expectativas del sector productivo respecto de la formación de profesionales que van a ser mano de obra para este sector. A través de la elaboración de planes de estudio, la obligatoriedad de prácticas profesionales, el redimensionamiento de la investigación, la extensión y la docencia en función de sus intereses se impone el condicionamiento del sector productivo sobre la universidad. Obviamente ellos dan cosas a cambio: financian proyectos, pagan profesores, compran equipamientos, construyen laboratorios, todo a expensas de lograr esta influencia que pocas veces se declara pero que de hecho se da siempre.

A mi juicio la influencia más fuerte está en el financiamiento de lo que se llama ‘servicios a terceros’ que hacen las facultades. Que son aquellos servicios que con su infraestructura y medios – recursos humanos, edilicios, informáticos, de maquinaria – presta la universidad y en contraprestación éstas aportan fondos, financian proyectos. Ahí la influencia es mucho más grande porque existe una inclinación de la institución universidad hacia la investigación y la extensión de aquellas actividades que sean rentables para el sector productivo del petróleo. Esto se marca mucho no solamente en lo que es la financiación de proyectos particulares sino también a través de la oferta laboral que rige en Neuquén. Si uno dice: la oferta laboral y la formación de un ingeniero deben estar acorde, entonces los contenidos se dimensionan en función de la posibilidad de inserción laboral que tienen los profesionales.

Y Neuquén tiene una particularidad extra, que es el asentamiento fuerte de las centrales más importantes de las empresas que explotan hidrocarburos en la cuenca.


- ¿Alguna empresa se destaca por su ‘entrada’ a la universidad?

GM: No, hay una cuestión de dimensión. La influencia que pueden ejercer empresas como Repsol o Petrobras es significativamente mayor a la que puede producir una empresa que presta servicios a estas productoras. El tema es que se da de todo, por ejemplo, ofrecerle a los estudiantes que hagan sus proyectos profesionales – lo que se llama vulgarmente tesis – resolviéndoles problemas que tienen en la actualidad y que no pueden resolver con su estructura y recursos. La universidad muchas veces, a través de los estudiantes, se los soluciona.

Durante muchos años en Neuquén muchos temas de tesis eran solucionar problemas tecnológicos que tenía la empresa San Antonio Pride - que originalmente era norteamericana. Muchos de los temas sobre los que ha hecho hincapié su desarrollo han sido iniciados por investigaciones de estudiantes a punto de graduarse dentro de esta Facultad (Ingeniería).


-¿Esta orientación por formar profesionales con salida laboral también incorpora el discurso de la empresa?

GM: Por supuesto. El interés antes radicaba en fortalecer los lazos en los que se vinculaba la sociedad con la universidad y hoy lo que se está fortaleciendo – a través no solamente del marco normativo sino por las cuestiones de hecho: por la educación, por la extensión y por la investigación que se hace – es el lazo universidad/empresa. Ahora parece que el agrupamiento social último de interacción de la universidad termina siendo la empresa, de hecho, satisface demandas de las empresas.

Todo esto enmarcado en un contexto volátil, porque los requerimientos de la industria de hoy son distintos a los de la industria de mañana. El ir acomodando constantemente los planes de estudio a esos requerimientos cambiantes implica que no hay un rumbo de universidad y no está claro para qué sirve la docencia, para qué sirve la investigación y para qué sirve la extensión.


- ¿En qué momento comienza a profundizarse esta tendencia?

GM: La influencia del medio productivo sobre la universidad existió siempre. Creo que (comienza) con mayor profundidad cuando se empezó a poner en duda quién es el que debe garantizar el financiamiento de la educación. En cuanto esto se pone en duda se empieza a recurrir cada vez más a fuentes de financiamiento propio, entre los que se incluyen estos servicios a terceros - que por más que uno no lo haya deseado originalmente se va dando como consecuencia de esta necesidad de autofinanciarse. A partir de los años ’90, con la privatización de las empresas de servicios petroleros, se profundiza esta tendencia indiscriminada a satisfacer las necesidades específicas de estos sectores con la formación de los profesionales, sobre todo en la Facultad de Ingeniería

Siempre hubo convenios, el tema es en qué marcos se dan. Una cosa es un convenio en el que la universidad haga un desarrollo que tenga por fin primero y principal la formación de sus graduados, y otro es que la universidad asuma un compromiso y un proyecto conjunto con una empresa con el único fin de satisfacer necesidades – desarrollo tecnológico – que esa empresa tenga, sin recibir a cambio nada más que plata. Eso hace entrar en una vorágine de ir buscando aquellos proyectos que las empresas son más permeables a financiar y a través de eso autofinanciar y autoabastecer a la universidad de los recursos que necesita para funcionar. En realidad eso que bien pareciera una transferencia de la responsabilidad del Estado hacia las empresas para financiar, termina siendo también una pérdida del rumbo de la universidad, porque no resulta claro al servicio de quién está la formación del profesional.


- Las petroleras entran a las aulas de las escuelas primarias y secundarias para dar charlas sobre diversos temas y se las legitima ya no como empresas extractivas sino como transmisoras de conocimiento. ¿Estas empresas también ingresan a las aulas de la universidad?

GM: Ingresan directa e indirectamente. Indirectamente, a través de muchos de los empleados, que son docentes de la universidad. Porque cuando uno tiene planes de estudio que se adecuan a las necesidades de las petroleras es muy posible que los profesionales para dictarlos sean los que actualmente ejercen esa función. O sea, se va dando un círculo vicioso entre quién forma y a quiénes forma. La mayoría de los profesores que desempeñan actividades en empresas del sector productivo tienen dedicaciones simples en las universidades, que no superan los $250 mensuales - no es su fuente de sustento -, pero que las empresas consideran como una actividad de extensión de lo que son sus objetivos.

Tampoco hay que creer en la demonización de las empresas petroleras. El rol social de una empresa es generar riqueza y propiciar consumo, ahora el tema es de qué se nutre para propiciar consumo y generar riqueza y cómo juega la universidad en el rol de las empresas. Y acá hay que separar: si el rol de las empresas es generar riqueza, el de la universidad es formar graduados comprometidos con el medio, capaces de desenvolverse, solucionar problemáticas concretas y reales del medio en el que se encuentra. Cuando se solapan las funciones ahí es donde se da la interferencia.


- En estos días en esta facultad se discute en torno a obligatoriedad de las prácticas profesionales. ¿Qué relación guardan éstas con la intervención de las petroleras?

GM: El Concejo Federal de Decanos de Ingeniería recomendó que tenía que ser un objetivo de formación que los estudiantes, antes de graduarse, hagan una práctica profesional en el sector productivo. Únicamente en el sector productivo. La incumbencia de un ingeniero, que es de lo que estamos discutiendo ahora, prevé el sector productivo, prevé la investigación, prevé la docencia y prevé otra serie de actividades que no requieren los mismos condicionantes para graduarse. Eso habla de una tendencia de hacia dónde el Estado quiere apostar los mayores esfuerzos, de hecho el ministro (de Educación, Daniel Filmus) y el presidente (de la Nación, Néstor Kirchner) son muy claros: “Vamos a favorecer el financiamiento de aquellas universidades que apuesten a la ciencia y a la tecnología y no al resto”. A las carreras humanísticas se las considera básicamente carreras despreciables, mientras que a las carreras tecnológicas y científicas se les reserva la capacidad de ser fuentes de progreso.

No se habla solamente de objetivos de formación: “es bueno que el profesional practique antes de ejercer su profesión”, de lo que se está hablando es de la necesidad de satisfacer una demanda de mano de obra barata, sobrecalificada, sin ningún tipo de obligaciones, de contraprestaciones. Es decir, que las empresas para satisfacer la condición de grado de los estudiantes lo único que tienen que hacer es ofrecer una pasantía. Las pasantías muchas veces no son pagas y el 100% de las veces exceptúan al empleador de sus funciones como tal. Las prácticas profesionales están enmarcadas concretamente en esta necesidad creciente de vincular la empresa con la universidad, que se está dando cada vez más fuerte.

Hernán Scandizzo - Indymedia Argentina ((i))
herscan@yahoo.com.ar


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